miércoles, junio 08, 2011

Querer

Querría odiar, pero no puedo. Todo me dice que debo hacerlo, pero el recuerdo de una sonrisa en las miles de fotos en las que se me regaló me impiden hacerlo.

Querría irme a la cresta, salir de aquí, no estar donde estuvimos, ni ver a quienes conocimos. Pero paso por ahí y el aire que respiramos me sujeta y no me suelta.

Quiero desintoxicarme, sacarme la mierda de adentro. Pero el proceso es lento, y cada vez que parece ponerse mejor, más veneno llega y peor me pongo.

Quiero cerrar la herida, pero no hace más que abrirse y abrirse. Cada día, cada recuerdo, cada aparición rasgan el alma cual bisturí rasga la piel.

Querría haber dejado ir, pero ya no pude. Ni siquiera se me permitió: sólo fue ponerse de pie y marchar hacia atrás, otra vez.



jueves, junio 02, 2011

(Still) Missin'

Y sí, tu cuerpo le falta al mío:

Mis brazos sin poder atraparte,

Tu piel que mis manos no encuentran,

Nuestras miradas sin cruzarse…

Y al final, mi ser sin poder vibrar.





Isobel Campbell & Mark Lanegan - Keep Me In Mind Sweetheart

sábado, abril 30, 2011

Tiempo, enséñame el camino.

Creo nunca haber estado en una situación como ésta. Nunca el corazón había mandado de tal manera, de llegar a hacer las cosas más absurdas, las más incomprensibles, las menos lógicas, las que claramente iban a llevar todo al colapso, el cual final e irremediablemente llegó.

En cierto modo era previsible. Si bien los momentos buenos estuvieron, algunas sensaciones de calma, de buena onda, al final siempre aparecía algo nuevo en la cabeza que llevaba que el corazón se sintiera mal y necesitara repararse, y cada uno de esos nuevos intentos en vez de repararlo, lo fue rompiendo más y más, hasta el día en el que quedó irreparable, al menos para las palabras. Ojalá que el tiempo pueda hacer esa tarea.

De todas maneras, es una sensación horrible, más que el corazón roto lo están las ilusiones, los sentimientos, el alma. Se hace incomprensible que el destino actúe de manera tan temperamental para cambiar una relación de una manera tan impresionante que pueda llevarla en diez días del absoluto amor y cercanía, en los que casi éramos uno; a un casi odio y una necesidad y deseo de distancia que nos tiene hoy a años luz uno del otro, y necesitando de eso, en el fondo, en realidad.

No necesito perdonar, como le dije, mas sí sanarme, lo sé. Desconozco cómo hacerlo. He recibido tantos consejos que al final no han hecho sino más que enredarlo todo. En el comienzo de este fin pensé que quizás lo mejor hubiera sido no hablar nada con nadie, pero creo me hubiera vuelto más loco de lo que estoy actualmente. Agradezco a Dios con toda mi alma por poner a todas esas personas a mi lado durante esta semana, por el tiempo, las palabras y el apoyo que me brindaron, de la misma manera que les pido perdón si acaso les dije algo inapropiado o los dañé en el camino. De todo corazón, lo siento mucho. Fui egoísta en muchos momentos, sobreponiendo mi dolor a sus necesidades. Una vez más, gracias por su compañía y discúlpenme por mi egoísmo.

Y claro, llegamos al punto en que la frase cliché vuelve a hacerse presente: el tiempo dirá, la distancia es necesaria. Mi lado racional me lo confirma absolutamente, pero mi ser está tan sediento de ella que espero y me esforzaré porque no me haga dar nuevos pasos en falso, y seguir arruinando todo. Ciertamente no ha sido sólo mi culpa, pero aun así la tengo. Sé que no debí haber insistido, buena parte del mundo me lo dijo: “déjala tranquila, dale tiempo, espera”. Llegado a este punto finalmente lo haré, aunque tristemente no quizás por voluntad, sino porque es la última y única opción para que esto no nos lleve a un lugar aun peor. Me duele una inmensidad estar en esta situación, haber llegado a esto. Mi cuerpo y mi mente me traicionaron, haciéndome esperar cosas que ya no correspondían, que eran de una etapa pasada. El problema es que esa etapa fue tan reciente, que mi cuerpo y mi mente no lograron asimilar el cambio a tiempo. Lo que antes podía ser un beso y un abrazo apretado, se convirtió en una barrera infranqueable, en sus caricias compasivas, en nuestros rostros de dolor inevitable. Lo que antes eran un saludo afectuoso, palabras de amor, esperanza, dulzura; se convirtió en palabras duras, secas, sin sentimiento, de compromiso, de obligación, de rencor, de impaciencia, de exasperación, de indiferencia… de distancia infinita.


El tiempo nos reencontrará, para bien o para mal. Espero sinceramente que me muestre el camino, que sane mis heridas, y también las nuestras. Con el dolor y la desesperación nacen actitudes tan horribles y egoístas, a partir de las que finalmente se llega a un círculo vicioso, de acusaciones cruzadas, de clausura de mente, de no pensar en el otro. Uno tira mierda sin pensarlo, llega al punto en que poco importa lo que el otro sienta, con el fin de hacer que uno mismo se sienta un poco mejor. Llegado a este punto comprendo que esa sensación es absolutamente falsa, temporal; que luego repasando todo lo asqueroso que sucedió, las palabras amargas, duras, no hacen más que cuestionarse cómo demonios fuimos capaces de tratarnos así después de tantos momentos hermosos.

Una vez más me disculpo contigo, si alguna vez lees esto. Sé que probablemente odies que te hable de esta manera, pero lo siento, nació del alma: siempre es más fácil, más espontáneo, hablar desde el dolor. Nunca quise llegar a este punto, pero ya nada hay que hacer, sólo esperar. Rezaré porque el tiempo nos otorgue la capacidad de recuperarnos, de curarnos, y rezaré con mayor fervor por la oportunidad futura, y ojalá no tan lejana, de reencontrarnos, ya sea como conocidos, amigos, pololos, compañeros de trabajo: lo que sea estará bien con tal de tener la chance de volver a entrar en tu vida, si es que salí; porque de la mía nunca vas a salir.

Me importas y te adoro como a nadie, lo sabes. Quiero lo mejor para ti. Sé que todo esto lo será.


viernes, enero 07, 2011

Ensayo y (mucho) error

En los últimos años, en mi soltería, siempre pensé para mí mismo: “vamos, que ahora sí estoy listo, que ya sí estoy maduro, no las puedo cagar de nuevo”. Y vaya, sigo haciéndolo sin querer. Es inevitable, soy un primerizo en muchas cosas, sino en casi todas.


El autoconvencimiento de aquellos años fue sólo una falsa seguridad de algo que de ninguna manera podía ser seguro, ya que no había vivido muchas cosas que están involucradas en una relación madura, y ni por mí mismo, ni sólo mirando y suponiendo, iba a aprender. Ahora ya estoy en esto, aprendiendo, con muchos más tropiezos de los que imaginé: cada cierto rato surgen cosas nuevas, cotidianas quizás para otros, pero para mí absolutamente desconocidas; y afrontarlas por mí mismo, en torno a un mundo más que acostumbrado a ellas, se me ha hecho muy complicado. Siento el peso de una etapa que no viví quizás a tiempo, y que ahora me pasa la cuenta cada vez me equivoco.

Y claro, los errores pesan, quiérase o no, e incluso pretendiendo pasarlos por alto, indudablemente influyen -para mal- en las relaciones. Uno intenta dar vuelta la página, cambiar de tema, pero el lunar sigue ahí, y hay que limpiarlo antes de que termine agrandándose y lo estropee todo. Es tarea de uno, desde luego, borrar esa manchita, pero al ir incorporando experiencias nuevas, el tener que asumirlas y a la vez procurar arreglar las cagadas que uno comete de inexperto, a ratos se hace mucho. Inexperiencia, inmadurez, personalidad, la “desventaja” en la vida vivida respecto al resto… pueden sonar a excusas, y lamento que sea así, pero simplemente son, a mi parecer, factores que inciden en que uno meta las patas de vez en cuando, sin quererlo ni incluso dándose cuenta, en muchas ocasiones.

Desde luego hay que cambiar, por mucho que se diga que “no es la idea, no debes cambiar por mí, yo te quiero así cómo eres”, se debe hacer. Es el natural proceso de acoplarse, un tira y afloja que, aunque suene frío, siempre sucede, y no está mal que sea así, todo lo contrario, así es como se consolidan las relaciones, además mediante el cariño y amor que debe existir, y que lleva a los esfuerzos de cada uno por hacer que el otro se sienta bien y en armonía con uno, el deseo de querer estar con el otro, el no querer perderlo, el sentirlo necesario, parte fundamental de uno, y de la vida de uno.

Pero se necesita la ayuda del otro, su comprensión, su paciencia. Ojo, no es pedir complacencia ni amabilidad, sólo un poco de empatía a ratos; un asunto de, aunque resulte complicado, intentar entender al otro: aunque no se logre a plenitud, a veces sólo basta asentir…

...dar lugar a mi error y a intentar enmendarlo, a cambiar de opinión y aceptar la nueva. Comprender de que si los he cometido no ha sido por ti, sino sólo por mi simple ignorancia, miedo: sólo es porque, esta nueva etapa, no sé cómo vivirla aún.


miércoles, julio 21, 2010

Hasta aquí llego yo


Si yo mismo lo dije un día:
"no debe haber ilusión sin una base"
, ¿por qué la tenía? Ciertamente una sonrisa, una frase elaborada, un algo más que "hola, ¿cómo estás?" no son base.

Entonces, ¿por qué la tenía? Pues bueno, soy iluso, no hay otra explicación. Pero procuraré no seguir siéndolo.

Para qué
pensarla, para qué hablarla, para qué imaginarla. Para qué, si nunca hubo nada.


viernes, septiembre 26, 2008

Amalgama para un día

Fue un día con cargas innecesarias. Ir con todo y faltar. Ir a por todo y que te falten. Vagas el día completo con dos objetivos, preparándote para uno y pensando en el otro. El primero ya agotaba, entre tal agotamiento aparecía el nombre de una cumpleañera, aquel amor platónico. En tanto, segundo objetivo se ansiaba. Finalmente vas a por el primero, pero claro, el otro sigue en tu cabeza. Miras la hora, te lamentas. Intentas no tardar, que todo calce. El empeño parece funcionar: todo parece calzar. Es el fin del primer objetivo, y vamos al segundo. Al momento que llegas a él te das cuenta de que no todo calza, pues para ciertas cosas no depende todo de ti. Pero bueno, queda resignarse y esperar. Pasan los minutos, das vueltas, conjeturas. Gente entra y sale, aún no es tu turno, pero tranquilo hombre, que ya lo será. Y lo es… o al menos parece serlo. Otro tanto de espera y finalmente es tu tiempo, es hora de abordarlo. Los segundos pasan volando y todo se desarma. Puedes pensar, quizás, que fue media hora perdida de estudio o sueño, pero pese incluso a una nueva desilusión en el intertanto de espera, el abrazo, el beso, su sonrisa: todo eso la valen.

No todo salió como planeabas, pero cosas también salen sin haberlas planeado. Con la excusa del fuego y el cigarrillo logras finalmente captar la mirada indiferente de quien observabas tú, con incertidumbre, desde hace algún tiempo. El oír su voz parece finalmente compensarlo en parte todo. Pues se va: he ahí otro evento inesperado. Te quedas con el cigarrillo encendido, las bocanadas de humo y la sensación asfixiante en los pulmones. El micro pasa justo al momento en que el cigarro terminaba. Y cuando pensabas que eso era todo, apenas al levantar la mirada del cuaderno donde escribías estas líneas hallas una mirada más, la de un pasado que confusamente acabó. Estaba guapísima.


Ahora sí, finalmente todo calzaba. Todo fue como debía ser.

martes, julio 01, 2008

Face to face

(Por si acaso no me refiero a Manolo “PAF!” Fernández, sino a un excelente tema de Daft Punk, que sirve de banda sonora para esta ocasión. Pensar que siempre los temas ad hoc aparecen en los momentos precisos… uno más a la extensa banda sonora de mi vida).


Todo esto era, si se le quiere llamar así, un experimento. Yo siempre lo dije: a veces pensaba mucho pero temía que todo fuera precisamente eso y nada más: pensamientos, cavilaciones, sugestión, que todo estuviera en mi cabeza. Es por eso que hacía falta experimentar, darse cuenta si en realidad quedaba sólo en eso o si acaso todavía quedaba intacto todo lo que permanecía escondido desde ya casi un año y medio atrás.

Y sí, todo intacto. De partida ella. Igual en lo físico a lo que era en ese entonces. Intacta su belleza, intacta su prestancia.


Tan igual era todo a que caminamos hacia donde siempre, por la misma calles, al mismo paso, del mismo modo. Y también las mismas indecisiones: llegamos a una esquina y no supimos donde seguir. Finalmente continuamos por la calle larga, a modo de caminar harto, como ella quería.


A medida que avanzábamos hacia ningún lado mis temores retrocedían. Ciertamente el escenario se presentaba mucho mejor de cómo me lo imaginaba: los silencios supuestos nunca fueron tal, y las palabras salían una tras otra como antaño. Muchas veces creo que el tiempo desgasta las relaciones, tal como le mencioné, pero hay veces en que pese a que puedan haber pasado 10 años y siempre sigue todo igual. Vale mencionar que el escenario que yo imaginaba tenía razones infundadas: las veces que nos habíamos topado en este año y medio todo había quedado en un “hola” a la distancia y una sonrisa. Pero no era cualquier sonrisa, claro.


A la mitad del camino pasaron tres viejos por nuestro lado, de esos típicos viejos de calle, vagabundos, con mil historias de borracheras, golpizas y una vida olvidada. Al pasar uno de ellos comentó en voz alta: “tómale la mano”. Claramente el comentario me hacía referencia, y fue así como lo pensé, mas no lo hice. Era extraño, pues sentía que debería estar de la mano de ella: fue como sentir que ese año y medio no existía y que nunca hubiéramos terminado, que ella aún estaba conmigo como si nada hubiera pasado.


Se habló de la vida, de los cambios, de la gente. De personas pasadas, de situaciones inconclusas. Pero pese a todo lo fluido que iban las cosas, yo no podía llegar aún a donde tenía previsto llegar. A decir verdad era muy difícil intentar abordarlo. Pero bueno, como le comenté previamente a un “colega”, iba a tirarme a la piscina, sin siquiera haber asomado la vista para ver si tenía algo de agua o no. Como para todo hay momentos y momentos, en el transcurso del viaje de vuelta a casa calculé algunas distancias y tiempos para que todo lo que me interesaba hablarle y preguntarle quedara justo en el punto en que yo quería. Y así resultó, por cierto.


El tiempo dirá una vez más, como dije hace casi dos años ya, en un escrito también publicado acá. Pero fuera de cualquier cosa, puedo concluir que el experimento fue un éxito, y que los resultados fueron favorables: ha pasado casi un año y medio y lo que estaba medio escondido finalmente salió a la luz. Todo sigue ahí. Todo igual, todo intacto.


It’s amazing what you find face to face…


sábado, marzo 08, 2008

Inflexión

El tiempo era justo el del primer día, pero esta vez era especialmente extraño. Una lluvia torrencial en verano se da casi todos los años, por sólo un día. Había experimentado previamente ciertos hechos en días de lluvia veraniega, como una cita arruinada, por ejemplo.

El viaje se hizo eterno. De partida la caminata habitual de 10 minutos para ir a tomar la micro, un tramo usualmente aburrido, cosa que ahora no cambió. Otros 5 minutos esperando el bus en el paradero y finalmente lo abordaba. Melodías alegres y bailables orquestaban las cavilaciones:

”You’re gonna make me cry…
You’re gonna make me fly... high”


Se llega a destino, se cruza la calle. Una mirada a la vereda del frente y ya estaba ahí. La orquesta apagaba su música, y de paso las especulaciones concluían. Luego un beso, un abrazo, el impregnarse de ella.

La lluvia arruinó los planes de caminatas por la costa y de contemplar el mar en un abrazo, por lo que había que refugiarse.

Una escalera, y una vuelta. Otra escalera, y otra más.
Rápida, directa, al grano.

Ya estaba arriba, dispuesto. En un balcón, manoseaba el mp4, se hablaba de música. Nervios acá, nervios allá. Pequeña interrupción, ida al baño. Regreso.

Espera…
Espera…
Sigue esperando.

Se decide. Lo larga.

Remezón enorme, terremoto interior.

Lo que siguió fue comunión, como nunca antes. Sublime, hermoso, irrepetible.
Palabras, palabras. Las manos juntas, las lágrimas peleando por brotar. Un abrazo apretado.

Era amor. Sí, amor.

Yo también quería llorar contigo…

La banda sonora de una película, la nuestra. Todo calzaba, como lo había venido haciendo desde siempre.

You made me cry.
You made me fly... high... very high.



Promesas por cumplir, y yo no miento, lo sabes.

Te adoro. Te amo.

miércoles, diciembre 19, 2007

Yendo hacia lo más frío


Hay veces que uno jura mil y una veces que no volverá a hacer algo, que no volverá a cometer los mismos errores, que no tropezará con la misma piedra; pero el destino o no sé qué caprichosa y testaruda cosa hace que uno siga y siga en lo mismo. Seguramente al leer esto cualquiera ya se dará cuenta a qué me estoy refiriendo, pero es que es realmente tan difícil de entender cómo, a primera vista, uno puede ser tan huevón de seguir en los mismos vicios y errores de siempre. Pero luego de meditarlo un poco, y de darle unas cuantas vueltas en mi cabeza desierta de ideas (el período de vacaciones lo justifica), he elaborado ciertas hipótesis y he sacado algunas conclusiones que expongo a continuación:

Antes de cualquier cosa, diré que este caso particularmente me estoy lamentando por un crimen que aún ni siquiera he cometido, poniéndome el parche antes de la herida. Claro, sucede que en casos así, naturalmente uno quiere impedir a toda costa que esos mismos errores del pasado -de los que hablé algo más atrás- afloren nuevamente, pero ve al mismo tiempo cómo va sucediendo todo y se da cuenta de que es exactamente o casi igual a cómo ha sucedido varias veces ya. Es algo realmente difícil de llevar: uno se empecina en evitar el error, pero todos los caminos conducen a él; la misma personalidad lo traiciona a uno en sus afanes, y al final de todo la convicción de un comienzo va dando paso a los impulsos que se van manifestando, primero, tímidamente (como por ejemplo, en este escrito), y luego, cuando ya no se puede volver atrás, no queda otra ya que largarlo todo.

Como dice una canción de Saiko -si no me equivoco- “aprendo del error”: ¡naturalmente! Luego de tantos cagazos uno terminará por aprender que uno es bastante previsible –a ojos de uno mismo, claro- en cuanto a reacciones frente a determinadas circunstancias, y cuando finalmente se llega a estas instancias de saber cómo funcionan los mecanismos de uno, cuando uno se termina de conocer, me parece que ya queda nada más que desistir en intentar de actuar y moldearse para cada mina, aceptar y resignarse a que lo que hay de uno mismo “es lo que hay nomás” y esperar a que alguno de esos tantos intentos fallidos no lo sea al fin, que el anteriormente llamado error deje de serlo y que el ser como somos sea la manera correcta de ser, aunque sea para una persona.

Puede sonar a que “alguna de todas tiene que funcionar”, pero no quiere decir a que se vaya a ir por la vida -como se diría en jerga futbolera- “pegándole a todo lo que se mueve”, sino que establecer un patrón de conducta (el de ser uno mismo) que, incluso por una cosa de estadística y probabilidades, en algún momento va a funcionar. Y bueno, si se quiere ir a los romanticismos habría que decir: “la clave está en ser uno mismo”, pero si uno ya está aburrido de los clichés y quiere ser algo más frío, es recomendable la opción anterior, la matemática: entre tantos intentos fallidos, uno deberá resultar.

domingo, octubre 14, 2007

Aluvión de noche sabatina

Cada vez que estoy en sequía de escritos abro el Word para intentar conseguir algo medianamente interesante, pero siempre me queda la impresión luego de unas tres líneas de que no creo que a mucha gente le interese leer los problemas existenciales de un pendejo, o joven u hombre de 18 años. Un tipo que no sabe aún con certeza para dónde le va la micro, que estudia poco y nada, que gusta de una chica y no osa a jugársela, que dice tener amistades que ve poco y nada, que almuerza solo en el patio los viernes, que llega atrasado a todas las clases o que se tira los pelos al ver un problema de Intro.

Llevo contadas siete líneas (en Word) y me he decidido a seguir con esto, para ver qué sale. Me acuerdo que la última vez que escribí salió lo que, a mi juicio (y el de varios) ha sido el mejor ensayo que he puesto acá: el de Débora y mi contemplarla durante media hora. Esa vez fue de improviso, fue inspiración real, fue una cosa de querer llegar pronto a casa, agarrar el notebook y teclear. Esos son los elementos que se necesitan para lograr un escrito rico: inspiración, ganas de escribir. Pero últimamente este rinconcito especial mío en la web, además de verse sobrepasado por la simpleza del Fotolog (que, pese a lo banal que parezca me permite mostrar otra faceta mía), no ha tenido alimento pues no ha habido ninguno de los elementos anteriores. Inspiración ninguna. Las cosas que han sucedido no son para querer tener unas ganas locas de escribir y expresarlas al mundo, y al fin y al cabo son las mismas de siempre, y como alguien me dijo una vez por ahí, se pueden encontrar acá, o en cualquier blog de una persona de mi edad, o incluso menor. Sobre las ganas de escribir, no me han faltado a decir verdad, pero como comentaba en el primer párrafo, la cosa va por una inseguridad enfermiza de origen desconocido de no saber para qué (o quién) escribo.

Supongo que me falta atención, ya que también se ha tornado una cosa patológica el revisar unas 10 veces al día el Fotolog cuando subo alguna nueva fotografía en busca de nuevos posts; similar cosa con esto, cuando escribo algo nuevo. No sé si me llena el saber que me leen o miran mis fotos, o el que me conozcan, o el que me dejen mensajes, realmente no lo sé. Siempre he aparentado y he intentado reflejar a ratos una imagen de autosuficiencia, pero creo que muchas veces también me pasa la cuenta, y es así cuando hay bajones bastante profundos, de pensar lo justo y necesario, acostarse y cerrar los ojos y esperar a que pase. Y pasa, por suerte, si no no sé qué sería de mí.

Me inquieta pensar en la gente a mi alrededor, el que me importe tanto la que no me debería importar. De cómo habla tal tipo, cómo se viste, con quién se junta, etcétera. Me inquieta no confiar en exceso como el resto, el no socializar como algunos otros lo hacen. También me apena mirar a mi lado y ver lejos a gente que creía que estaría más cerca. Me confunde que mi vida a veces esté ligada de sobremanera a un ordenador, a un grupo de nicknames que sueltan frases. Interesantes frases, pero virtuales. Podrían ser reales pero también me pasa la cuenta mi ser antisocial.

A estas alturas del escrito puedo parecer el tipo más depresivo del mundo, pero no me convenceré de ello. Aún espero el providencial evento que me sacará del letargo. Sigo expectante. Quizás demasiado estático, pero seguiré esperando.

Fotografía: "Noche". Torre Coraceros, Viña del Mar. 7 de Febrero de 2007, por Diego Cordero.