sábado, marzo 08, 2008

Inflexión

El tiempo era justo el del primer día, pero esta vez era especialmente extraño. Una lluvia torrencial en verano se da casi todos los años, por sólo un día. Había experimentado previamente ciertos hechos en días de lluvia veraniega, como una cita arruinada, por ejemplo.

El viaje se hizo eterno. De partida la caminata habitual de 10 minutos para ir a tomar la micro, un tramo usualmente aburrido, cosa que ahora no cambió. Otros 5 minutos esperando el bus en el paradero y finalmente lo abordaba. Melodías alegres y bailables orquestaban las cavilaciones:

”You’re gonna make me cry…
You’re gonna make me fly... high”


Se llega a destino, se cruza la calle. Una mirada a la vereda del frente y ya estaba ahí. La orquesta apagaba su música, y de paso las especulaciones concluían. Luego un beso, un abrazo, el impregnarse de ella.

La lluvia arruinó los planes de caminatas por la costa y de contemplar el mar en un abrazo, por lo que había que refugiarse.

Una escalera, y una vuelta. Otra escalera, y otra más.
Rápida, directa, al grano.

Ya estaba arriba, dispuesto. En un balcón, manoseaba el mp4, se hablaba de música. Nervios acá, nervios allá. Pequeña interrupción, ida al baño. Regreso.

Espera…
Espera…
Sigue esperando.

Se decide. Lo larga.

Remezón enorme, terremoto interior.

Lo que siguió fue comunión, como nunca antes. Sublime, hermoso, irrepetible.
Palabras, palabras. Las manos juntas, las lágrimas peleando por brotar. Un abrazo apretado.

Era amor. Sí, amor.

Yo también quería llorar contigo…

La banda sonora de una película, la nuestra. Todo calzaba, como lo había venido haciendo desde siempre.

You made me cry.
You made me fly... high... very high.



Promesas por cumplir, y yo no miento, lo sabes.

Te adoro. Te amo.