domingo, noviembre 26, 2006

Epílogo y Prólogo


En estos días de finales de etapas y comienzos de otras nuevas, cuando llega la hora de pensar en el futuro; a menudo uno recuerda su infancia, y la de muchos con los sueños de bomberos, policías, astronautas o presidentes de la República. También muchos deben haberse imaginado científicos, entre los que yo no estaba, precisamente. Pero ahora que lo pienso bien, qué bueno que sería. Claro, no habría cosa más maravillosa que romper cualquier límite, desafiar las leyes de gravedad, del espacio, del tiempo. Y si lo pienso aún más específicamente, manipular el tiempo sería la cosa más maravillosa que podría suceder: detenerlo, avanzarlo, retrocederlo. Muchos querrán saber qué pasará con sus vidas en unos años años más, si acaso saldrán de la cotidianeidad o si se hundirán más en la miseria y en la invariable vida que llevan, así como ésa que llevan también muchos más. Así también, retroceder el tiempo, enmendar errores, cambiar el transcurso de la historia, pensar que "si no hubiera sido por...", las cosas serían diferentes y el presente sería mucho más color arcoiris que lo grisáceo que se contempla ahora, para muchos.

Detener el tiempo. Quizá viéndolo así a primera impresión, la utilidad no sería más trascendente
que algunas jugarretas de niños queriendo hacer cosas que otros no puedan ver. Pero si lo llevamos a un plano más "maduro", su real utilidad llegaría luego de haber pasado antes por las dos etapas anteriores, esto es, haber retrocedido y/o haber adelantado los acontecimientos a su curso normal. Y si soy más minucioso aún, yo me remitiría a sólo retroceder. Cuando volvieses atrás te darías cuenta de que, en un abrir y cerrar de ojos, todo lo perfecto, todo lo feliz que eras, toda la armonía de tu vida se ha evaporado. Y es ahí cuando optarías por, o llegar al momento en que la armonía se vio quebrada, para no provocar ese quiebre; o por detener el tiempo y aprovechar cada momento, exprimirlo, saborearlo, sentirlo por todo tu cuerpo y darte al máximo.

Ahora piensa y respóndete a ti mismo: ¿cuál de las dos opciones anteriores tomarías? Estoy casi seguro que dices que la primera porque, claro, a cualquiera le gustaría tener su vida en una perfección absoluta, con todo y todos los que quisiera a todo momento. Bien, piénsalo nuevamente y esta vez considera lo siguiente: el hombre aún no es capaz (y quizá nunca lo sea) de manejar el tiempo a su antojo, por lo tanto, ninguna de las dos es técnicamente posible; pero hay una que es más cercana. Sí, la segunda precisamente.

Me han venido con cosas de "mala fama", me han juzgado por actos de hace un par de años (como dije en el escrito anterior, era otra persona prácticamente), me han casi insultado y aún así no me arrepiento de lo que pude haber hecho. Claro, gané "mala fama", pero a cambio obtuve muchos ratos agradables con cada nueva experiencia que iba sucediendo; no todo es gratuito, obviamente. Y si se ponen las cosas en una balanza se lograría un equilibrio. A todo lo "malo" hay que verle algo "bueno".


A estas alturas del escrito, a mí mismo me suena a cursilería barata. Por el contenido, por el modo de escribir (lo de dirigirme a cada persona particularmente). Pero qué va, a estas alturas que se vaya todo al carajo. Que piensen lo que quieran.
Mucho más no tengo que perder. Porque, cuando hace un mes creía que el fin de mi etapa escolar iba a ser perfecto, en un par de semanas todo se fue literalmente a la mierda: personas que tenía en un sitial se me cayeron de ahí, otras se dieron vuelta la chaqueta y salieron con un lado insospechado. En resumen, los esquemas se derrumbaron por completo.

Pero asimismo, "A todo lo "malo" hay que verle algo 'bueno' ". Estoy descubriendo gente fabulosa, así como estoy forjando las verdaderas relaciones que tendré aseguradas para mi vida. Esa gente "nueva" tiene nombres: la Ely, Tamara (y otras virtuales, como la CamiL). Y las relaciones consolidadas: Kco, Pablo, Geofrey, Cristian, y otras que se me quedan en el tintero. A todos ustedes, y como diría el capo Cerati (ya homenajeado por mí), y de corazón:

GRACIAS TOTALES!

viernes, octubre 20, 2006

Aquello de la unicidad

Muy lindo lo de anoche. Una conversación improvisada, y son precisamente ésas las que suelen ser más valiosas.

La verdad nunca creí que diera la impresión que busco dar en tal magnitud, que la gente percibiera en mí cosas que ni yo sé que poseo, que vea una evolución a tal escala de poder hallar casi dos personalidades distintas en mí desde un par de años atrás hasta del día de hoy. Por ejemplo, esa ternura que dos personas me dijeron ayer que tengo, no pudo ser argumentada con hechos concretos (pese a que una de esas personas me dijo que se me notaba en la mirada), sino que sólo se percibe a través de mi presencia: es muy grato y satisfactorio saber que uno logra irradiar sensaciones y mejor aún inconscientemente, es decir, de por sí eso es inherente y para mí, al menos, tiene un valor infinitamente superior a alguien que busca causarlo.

Como le dije ayer a la "miss", y como también cierta gente que me ha ido conociendo sabe, esta persona que soy ahora, el Diego que ven y oyen cada día se ha ido forjando poco a poco y fundamentalmente con un afán: el de la "unicidad". Esta palabrita se me hecho muy recurrente a la hora de describir mi forma de ser, y es que he buscado que en cada cosa sensible que provenga de mí se pueda hallar un rastro que indique que soy yo quien está hablando, escribiendo, cantando, etc.: mi modo de hablar, con ese acento extraño y algo siútico, quizá; mis palabras algo rebuscadas o mi perorata agobiante intentan marcar diferencias, dejar huellas; similar cosa ocurre con cierta desfachatez que me han dicho que tengo al momento de decir cosas que a un mortal cualquiera le provocarían aterración, y que a mí ni siquiera me despeinan. Quizá este último caso puede verse como algo negativo para el resto, pero a mí me ha servido como cierto ejercicio que me ha ayudado mucho a constituir quien soy ahora: me ha otorgado seguridad y he aprendido a no aterrorizarme ante un panorama adverso, sino que conservar la calma, no sonrojarme y tratar de resolver la situación como se debe, algo así como causar problemas para resolverlos uno mismo (inténtenlo, verán que sirve).

De paso, muchas gracias a aquellos que denotan en mí lo que pretendo mostrar, pues no saben lo gratificante qué se siente cumplir con las expectativas de uno mismo.


Yo y mi unicidad...

jueves, octubre 12, 2006

Inscripciones XXXVIII Festival del Cantar Estudiantil LPSA


Presto mi espacio esta vez para ayudar a la causa de mi Liceo, con la promoción de su Festival del Cantar Estudiantil; y más particularmente ayudando a mi amigo y compañero Andrés Vargas, presidente del CCAA del Liceo San Antonio.

XXXVIII Festival del Cantar Estudiantil LPSA (10 y 11 de Noviembre)

INSCRIPCIONES: 17, 18 y 19 de Octubre EN LAS MESAS DE CONTROL QUE SE DISPONDRÁN EN EL ESTABLECIMIENTO DESDE LAS 16:30 A 20:30 horas.

GÉNEROS:

- INTERNACIONAL
- ORIGINAL
- FOLCLÓRICO (Nacional y Latinoamericano)

PRESELECCIÓN: La selección se realizará los días 20 y 21 de Octubre, en los siguientes horarios:

1. FOLKLÓRICO Viernes 20: 17:00 a 18:30 hrs.
2. ORIGINAL Viernes 20: 20:18:30 a término
3. INTERNACIONAL Sábado 21: 12:30 a 16:00 hrs. y desde las 16:30 hrs. en adelante.


DESCARGAR BASES: http://caalpsa.awardspace.com/festival/bases.doc

PARA MÁS INFORMACIONES O CONSULTAS:

CAALPSA@GMAIL.COM
WWW.CAALPSA.TK

martes, octubre 03, 2006

Más de mi "música rara"

Un mes sin novedades y me siento ya casi patológicamente culpable por tener este sitio, aparententemente, olvidado. No es así. Pasa que no es observable, por supuesto, pero al menos yo lo visito a diario a ver si hay algún nuevo comentario o uno prometido en especial que me deben (sí señorita Espíndola, a usted va. Aún espero).
Hoy nuevamente no escribiré en extenso. Me hallo en un momento de relativa estabilidad emocional, me está yendo también bien en lo académico y de cierta manera me extraña una "falta de problemas". Pero, por si hubiera ahí algún fan de mis escritos, le digo que pronto se viene algo; sólo debo darme el tiempo y mentalizarme, cosa que no he podido hacer en este mes.

Vamos al grano...

"Más de mi música rara"... así es. Hace un mes y algo más les presentaba un poco de mis gustos musicales de bajo perfil, con Muse y el tema Stockholm Syndrome (ahora ya no tanto: la banda tiene dos tracks circulando en Rock and Pop, lo que me tiene contentísimo); y esta vez toca el turno de una banda que, a mi parecer, en este lado del planeta somos pocos los que tenemos la suerte de conocerla.

Su nombre es The Arcade Fire, provenientes de Montreal, Canadá. Una banda excesivamente peculiar, dotada de gran talento, mucha gente y una gran orquesta, además de una enorme dosis de teatralidad, como verán en el video a continuación.

Conocerán lo sublime, quizás no en esta obra de arte, pero de seguro lo harán si se animan a averiguar más sobre estos canadienses y explorar por sus sonidos de sentimientos y pasiones.

Les dejo de paso un par de enlaces de Súper 45 (sitio de música independiente, abajo en mi links), que corresponde a un artículo sobre lo que les hablaba algo más arriba: la sublimidad.

Columna sobre el disco "Funeral" de The Arcade Fire
Crítica del disco "Funeral" de The Arcade Fire

Ahora sí, sin más preámbulos (creo que todos modos escribí más de lo presupuestado):

The Arcade Fire, Neighborhood #2 (Laika)

Disfruten.

viernes, septiembre 01, 2006

Que el tiempo diga


"A Rush of Blood to the Head" es el nombre del segundo disco de Coldplay, una de mis bandas favoritas, de hecho, mi nick lo denota. Ese compacto está dentro de los favoritos de mi discoteca. Para el que no lo sepa, su traducción literal a la lengua castellana es "Una ráfaga de sangre a la cabeza" (...) Una ráfaga... a la cabeza... claro, algo así me pasó más o menos el martes al hallarla, inesperadamente, a mi lado. Vale precisar, por supuesto, la diferencia: esta vez no era una ráfaga de sangre, precisamente, sino más bien de ideas, ocurrencias, hipótesis, ficciones y cosas por el estilo.
Desde hace un tiempo esta chica ya me atraía en esencia, con su ser, y principalmente, con su mirada siempre insatisfecha. Rasgos finos, una elegancia desbordante: mucho más de ella desde ahí no podía decir.
Humanista, pero de las reales: mi primer acercamiento hacia ella, pese a haber sido indirecto, fue al verla en blanco y negro, lista para su performance de mimo. Pasó fugaz y me percaté de su marcha. No pude ver su acto, no nos dejaban, así que estaba en el pabellón que hacía de camarines en esa ocasión de la "gala" artística, en la que ya habíamos salido con mi curso a escena. Como decía, estaba en el pabellón, conversando con un compañero y un par de profesores cuando la mimo pasó y se me ocurrió preguntar a uno de los docentes (de cierta confianza) por ella, más específicamente, por su nombre: me quedó grabado, y el de su amiga, hasta el día de nuestro primer encuentro directo.

Unos meses ya han pasado de esa ocasión. Muchas cosas han sucedido, historias van concluyendo, de modo que va al caso comenzar a escribir otras nuevas. Así es como surgió ésta, en cierto modo inesperada, en cuanto a lo que me ha deparado pese a su reciente comienzo y de la manera en que ha iniciado; aunque yo veía, de manera cierta, que inminentemente iba a darse.

Tarde de martes, tomaba el bus que me lleva a mi hogar. Estaba a medio llenar, y como varios subieron tras mí, me senté en el asiento de la ventana de dos libres que habían y esperé a que el bus iniciara su marcha. Otros que subieron tras mí siguieron su marcha hacia asientos posteriores y entre ésos la divisé, ya muy cerca: podría decir que en cierto momento dudó de sentarse a mi lado, pero luego con seguridad lo hizo. El último de los tipos del Liceo que subió en el paradero pasó repartiendo los boletos a sus compañeros de institución: me dio dos a mí, el mío y el de ella. Se lo entregué, respondió un escueto "gracias" y ahí comenzaba la nueva historia: una atmósfera de inconclusión quedó en el aire; una sonrisa mía y un gesto en su cara denotaban tal estado. La oportunidad de escribir la primera línea estaba, pero no la tomé: no fui capaz de dirigirle palabra alguna, y como bien me conozco, opté por resignarme, me acomodé los audífonos (una vez más conmigo, como siempre) y encendí el tema de turno. De todos modos, pude no haberle hablado, pero no significaba que nada haría, pues tenía claro que una oportunidad como ésa, con esa "atmósfera" especial no se daría nuevamente, así que recordé una anécdota de un buen compañero y pensé todo el trayecto hasta nuestra bajada en qué escribirle en un papel, en primer término, para entablar al menos una conversación escrita. La idea original dio paso a una más simple, también extraída de una anécdota, esta vez, de una compañera: mi correo en un papel. Así lo hice. Lo tomó de inmediato, y me bajé del bus pensando en mi acción algo impulsiva, de la que estaba seguro que no me arrepentiría. Luego de una tarde eterna de espera me resigné a no ver aparecer la ventanita de Messenger que indica cuando alguien te agrega: saqué millones de conclusiones pero no quise dar mayor validez a ninguna sin antes esperar su reacción.

Miércoles rarísimo. Llegué muy urgido, casi sin quererla ver. De algún modo una de mis conclusiones prevalecía, la de su desinterés, y no sabía con qué cara enfrentarme a ella. A medida que pasaba el día mi conclusión se pulverizaba: me seguía con la vista a cada momento buscando la ocasión de romper el silencio casi eterno. El final de ese extraño día llegó con su mirada y sonrisa atrayente, para luego no divisarla hasta ayer.

Jueves de decisiones. Temía que mi falta de valor pudiera haber disipado su interés, lo que para mi agrado, no aconteció. Iba decidido a ese día sacarme toda la timidez o cualquier reparo que tuviera para acercarme de una vez y ver qué reacción le había causado lo del martes. Una conversación de ella con mi madrina fue el medio perfecto para ir a cumplir mi objetivo: quedamos en irnos juntos. A la salida, bajo una torrencial lluvia, se dio la ocasión anhelada hacía mucho, al menos por mí. La cita superó mis expectativas con creces: su seriedad, sus metas, su seguridad y su facilidad de expresarse la hicieron perfecta. Con la lluvia sobre nuestras cabezas nos separamos en su casa del pasaje Silvia, así como hoy: un día calcado al de ayer, exceptuando por la lluvia, claro.

Más arriba decía: "me bajé del bus pensando en mi acción algo impulsiva, de la que estaba seguro que no me arrepentiría". Con respecto al arrepentimiento siempre le he tenido una frase: "El tiempo dirá", pero últimamente la he visto con algo resquemor, porque no me ha favorecido, sin embargo, esta nueva historia ha comenzado a la perfección, y así como ha tenido un buen comienzo, ojalá tenga un buen desarrollo, un gran clímax y un aún mejor desenlace. Que esta vez, para bien, el tiempo diga.

miércoles, agosto 23, 2006

A propósito de la Melomanía...

Esta vez no escribiré en extenso, sólo quiero decir: mira el video, oye, siente y alucina.
Les presento a mi banda favorita: Muse.
Trío británico conformado por Matt Bellamy (el de la voz monstruosa y la guitarra), Dominic Howard (en la batería) y Chris Wolstenholme (bajo y coros). Más info acá.
Y si les gusta, me ubican por acá.
Enjoy.

martes, agosto 15, 2006

Melomanía


Hoy se fue mi prima de Rancagua. Muchos han oído hablar de ella, ya que es muy linda,
finalista de Miss 17, Miss Rancagua, etcétera. Pero eso no va al caso. En la mañana con su voz angelical (y por qué no decirlo, algo frívola también) me pidió unos audífonos para oír un cedé de Reik ("¡Son súper buenos!" me decía ella: omití comentarios, obviamente), se los pasé y siguió el día. Son unos Panasonic, los compré hace algo más de un mes: rico bajo, cómodos, ajustables, baratos; en resumen, bien funcionales.
Al cabo de un rato, no aparecía, y se supone que ya llegaba la hora de que marchara a la histórica ciudad y yo, urgidísimo porque creí que perdería uno de mis tesoros, de mis necesidades diarias: mis audífonos Panasonic. Muy insignificantes pueden parecer, pero yo sin ellos no podría haber escuchado música de manera personal durante un largo tiempo. Para mí al menos no es exageración, es verdad, tengo unos 2 ó 3 pares más de audífonos, pero éstos son nuevos, tienen un sonido único y ya casi un cierto cariño les tengo: son compañeros de cada día en recreos, almuerzos, clases fomes, viajes en micro y ocasiones por el estilo.
A tal punto llega un melómano como yo, a estar casi desesperado por quedarse sin un simple y mortal par de audífonos, no tanto por el sentido de pertenencia, sino por quedarme sin ese "compañero" de cada día.
Sea mito o realidad, el reto de mi madre y las advertencias de muchos por usar los audífonos a alto volumen con la posterior disminución de la audición se contradicen con mi propia experiencia: aclaro que no sé si es debido al alto volumen o al tanto escuchar música, pero mi oído se ha agudizado con cada tema: noto de inmediato cuando falta algún arreglo, cuando es estéreo o monaural, cuando es una versión en vivo o no, cuando es un cóver o la original; es decir, para mí son más virtudes que defectos las que me ha traído el usar tal aparatito.
Me han tildado de antisocial y están en lo cierto, es que uno se cierra...

(perdón, en este intertanto me paré a saltar y gritar a todo pulmón Chop Suey! de System of A Down: están pasando el especial "Los 100 Videos Más MTV", chéquenlo, Lunes a Viernes a las 8 en MTV, está buenísimo)

... como decía, uno se cierra en una propia atmósfera, un propio mundo único, inigualable e irrepetible, en el que cada canción suscita en cada persona un sentimiento diferente ("cuando nadie me ve... puedo ser o no ser..." - Alejandro Sanz, Cuando Nadie Me Ve pasando por el programa, una nueva interrupción, excusen) que es incomprendido (ahora Buddy Holly de Weezer, vaya temazo. No interrumpo más)...

...No change, I can change, I can change, I can change but I'm here in my mould, I am here in my mould... (The Verve, Bitter Sweet Symphony)

(Ya terminó el programa, ahora puedo seguir sin miedo a nuevas piezas que interrumpan mi ensayo)

Prosigo:

El mundo, la atmósfera que se crea, en la que se encierra cada persona por una canción es, a la vez, incomprendida por el resto debido a su misma condición de unicidad; o sea, es compatible y corresponde sólo a uno, es inexplicable, suscita recuerdos, emociones, sentimientos, experiencias: una serie de imágenes de repente se vienen a la cabeza constituyendo, de algún modo, un propio video clip para la canción.
Los inicios de mi melomanía se remontan a 2002 de manera más personal, pues desde pequeño llevo la influencia de mi padre, principalmente: Soda Stereo, Inti-Illimani, Rolando Alarcón, Quilapayún, KC and the Sunshine Band, The Police, Queen... así de variado y así de magistral. Como decía, en 2002 la incipiente FM Hit, en los tiempos del Huevo Fuenzalida, Carola Bezamat y el Circo Hit, alimentaban mis primeras cintas personalizadas, al ritmo de lo que iba de moda y que se adecuara a mi oído: SOAD, Papa Roach, Javiera Parra, P.O.D., etc. Lo cierto es que el camino hacia mi presente musical inició con mi ingreso a la Internet. Kazaa, mi primer programa P2P me daba la opción de acceder gratuitamente a la música que quisiera, aunque algo restringido porque me conectaba por teléfono. Bueno, luego con banda ancha ya ostento mi musiteca de algo así como 700 temas, más algunos álbumes grabados y también mis propios cedés adquiridos juntando peso a peso: Placebo (atracción inexplicable), Difuntos Correa (un regalo de mi hermano, gran banda), Coldplay (X&Y, lo adquirí a 3 días del lanzamiento), entre otros. Además he hecho varios discos debido a no poder contar con los originales, y no por falta de dinero, sino que por no tener de dónde conseguirlos.
Y no me tilden de antisocial, ¿eh?, porque la misma música me ha hecho entablar un par de amistades que van más allá de lo netamente musical: Luis Aravena, un amigo tremendo, un sabio, un vividor, una fuente de desahogo, gran oyente (lector); y Paula Olguín, una tímida quilpueína de ojos de mar poseída por la nostalgia de los 70s, amante de The Strokes y de Coldplay por sobre todo; fan de Warhol, Velvet Underground y el pop-art, y que ha influenciado también mis propios gustos, aunque saben ustedes, que, ante todo, soy un brit.

viernes, agosto 04, 2006

Entre Sábato y Cerati

El lunes terminaba de leer, con cierta facilidad, "El Túnel" del argentino Ernesto Sábato. Realmente no sabía si la prueba sería el martes, pero incluso si no, decidí terminar ese día, llegar hastar el "meollo del asunto" porque el libro me atrapó. Lo terminé, y me encantó, pero no lo entendí. ¿De dónde deducía el protagonista el engaño de su amada? ¿Por qué exigía fidelidad si no tenía un compromiso serio? Hasta ese punto me parecía, a primera vista, que el tipo era un psicópata, un loco para llegar a matarla por ese supuesto engaño.
Entramos a clases el martes, comenzando con un trabajo desastroso que improvisamos en el camino: para mí no estuvo tan mal, lástima que yo no sea el profesor. El resto del día transcurrió como si fuera cualquiera: mismo ambiente, misma apatía, no mucho que contar. Igual en lo general, en lo particular para mí, no. Era una semana y unos días desde esa noche de "Ocaso" y esperaba cierta reacción a lo hablado esa noche, al mensaje que le había dejado; todo esto con cierta tranquilidad, pues no creía haber hecho mal las cosas esa vez para una mala respuesta. A la salida de ese día un mezquino "tengo que hablar contigo" me comenzaba a inquietar. Daba la impresión de que algo sucedía, porque esa cara, ese desplante frío había surgido en ella, y era un indicio malísimo: ella misma me dijo que no podría actuar nunca así, pero lo logró, y por eso más adelante se llevó su merecida congratulación.

Me había dado con Cerati. En poco tiempo más vuelve a Chile y en las radios circula su más reciente single "La Excepción", un buen tema, harta guitarra afilada, con una lírica sobre un amor algo clandestino. En tanto, en radios y canales de TV su video "Crimen" me hacía sumergirme en esos dorados años 50 de galantería, mujeres fumando con boquilla y detectives privados a la usanza de las series y películas gringas, un ambiente medio Frank Sinatra... qué genial debe haber sido vivir esa época. Pero más allá de lo estrictamente visual, "Crimen" es un temazo, una especie de fruto prohibido, el que si tocas pagas. Qué ironía, como si hablara de mi historia.

Llegó el miércoles. A la hora de colación se supone ella confirmaría todos mis temores o abriría un camino hacia su persona, aunque esta segunda opción era una quimera, realmente. Un trabajo de ella postergó la espera hasta la salida, y era lo que me temía, pero no en tal grado. Nunca pensé que pudiera actuar (sí, literalmente actuar, porque la chica que me cerró completamente la puerta ese día no es con la que yo he tratado por 7 meses casi) de tal manera, con tal altanería, crueldad o frialdad. Y unos momentos más tarde, cuando caminaba hacia la salida, pensé "qué genio este Sábato": al fin había comprendido el libro. Yo era Juan Pablo Castel, y el tipo no era un loco. Tal vez era una obsesionado (como ella lo dijo fríamente), o tenía una "excesiva convicción", como yo lo creo. Al fin pude comprender por qué Castel le gritó "¡Puta, puta, puta!" (lo mismo yo, aunque no lo haría porque ante esa ternura sucumbiría en el intento), o por qué quería matarla (lo mismo yo, guardando las proporciones: matarla, aniquilarla, borrarla de mi mente), o por qué se sentía engañado: era así como me sentía yo. Nunca me cerró la puerta definitivamente y cuando se decidió a hacerlo, lo hizo justo como ella me aseguró que no podría hacerlo. Mi historia se resumía en la frase más sublime de la obra, la que le daba el título:

"...en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío..."

Y también el otro argento, el otro capo, Cerati, aparecía en la historia con su "Crimen"

"¿Qué otra cosa puedo hacer?,
sin olvido moriré..."

(...)

Gracias niñita. Me destrozaste y todo, pero al menos ahora tengo un libro y una canción que guardan mi historia.
Sábato y Cerati: qué par de capos...

martes, julio 25, 2006

Ocaso


La noche del sabádo fue de improviso. De hecho, yo planeaba un encuentro con ella, pero nunca imaginé que sería tan pronto, tan inesperado y en aquél lugar. En un par de horas la situación cambió en 180º: el día viernes me armé de valor, como no lo había hecho en toda la semana, tomé el teléfono y la llamé a la casa. Contesta la nana.

-"Buenas tardes, ¿se encuentra (...)?" saludo amablemente.
- "No, no está."
- "Mmm... ya, gracias."
y colgué.

Enrabiadísimo. Era mucha la mala suerte de que justo cuando me envalentono, no esté. Me fui al PC un rato más y luego me decido y la llamo al móvil... y no contestó. Y ahí ya me resignaba a no verla hasta volver al colegio, o esperar a pillarla en MSN, a ver si conseguía esa conversación que me había sido tan esquiva.
El teléfono sonó otra vez. Fui a contestar y una voz de secretaria pregunta por mi madre. Luego me explica que era la madre de la chica, y que necesitaba hablar con la mía para coordinar un asunto al día siguiente. Al llegar mi madre a casa, en plena once, le doy el recado, y comenta sobre un asado en la casa de de la señora, que congrega a ciertos apoderados del Liceo.

Así que iría a su casa... un panorama inimaginable hace incluso algunos días. Pero la vería, y eso era lo primordial.
Con una sonrisa de oreja a oreja, aunque también con cierta incertidumbre me fui a dormir, contando las horas para partir a su morada, verla al fin y conseguir respuestas a tantas inquietudes que se me cruzaban por la cabeza.
Llegó el día, tarde-noche y partimos algo tarde, con unas ensaladas a cuestas. Unas vueltas por pasajes recónditos intentando ubicar la casa hasta que dimos con el indicado y ya veía a quien me daba la bienvenida, aunque creo que él no me vio: su novio, el tipo que miraba de reojo como si no le interesara que su chica pase más tiempo conmigo que con él, pero que parece haberse dado cuenta de que su relación peligraba si yo continuaba de esa manera.
El grupo ya constituido nos dio la bienvenida. Besos y apretones de manos a los concurrentes, según correspondiera, e ingresamos a la casa a saludar a los anfitriones. Ahí estaba ella, hermosa como siempre y como nunca a la vez, con un simple sweater gris algo escotado, un jeans y unos zapatos rojos de señorita. Su pelo suelto, que en parte le cubría la frente, tal como a mí más me gusta: da la imagen de una mujer, despojándose de sus 15 años.
Un beso en la mejilla, a 1 cm. de la comisura de sus labios, algo flojo el comienzo de la noche, pero luego, desprendidos del nerviosismo nos acercamos como debía: se sentó en un sillón y junto a ella, uno vacío. "Ven a sentarte, que no muerdo" me invitaba. "Lo tengo más que claro" repliqué.
Charlamos un rato sobre lo más cotidiano y luego su hermano me pidió que subiera a ayudarle con un juego. Ella me acompañó, ayudé a su hermano y luego la chica me enseñó su habitación. Delicado verde limón, un closet, buen equipo de sonido, entre otras cosas: lo justo y necesario. Nos sentamos en su cama y de a poco interiorizábamos, pero aún sin ir donde a mí me interesaba. Al corto tiempo llegó su madre, mujer severa según la niña cuenta, pero que a mí me pareció muy encantadora. Nos ofreció de comer, y bajamos a buscar los platos servidos para luego subir a su pieza nuevamente. Conversamos amenamente, muy distendidos, mientras comíamos. Me enseñó su móvil, y comencé a jugar con él. Agregué una letra a la frase que tenía puesta en la pantalla principal de modo que se podía leer como la situación me gustaría a mí en vez de como es realmente. Le tomé foto, la puse de papel tapiz: era un adorno sublime.
Decidí ir al grano. Se complicó y luego soltó en resumen la respuesta que yo requería: algo así como que no quiere que yo sufra y que no quiere volver a confundirse; al fin y al cabo, lo mismo que había sucedido hace un par de meses. Y digo "volver a confundirse", porque, como ella confesó, estuvo a punto de sucumbir a mi acoso, para luego salir del paso y afianzarse en lo suyo. Si ya ocurrió una vez, estoy casi seguro de que puedo hacerlo de nuevo, tal como se lo indiqué más tarde en el mismo mensaje que detallo a continuación.
La conversación se desvió y recibí una gran noticia: había aceptado, al fin, ir conmigo a mi fiesta de graduación. Una de las noches más importantes de mi vida sería junto a ella, tal como lo quería y se lo expresé en ese mensaje que dejé en su celular, que ojalá no haya borrado, porque es legado de lo mío hacia ella.
Muchas interrupciones hubo esa noche: cuando su hermano me llamaba a jugar PlayStation con él, pero la más cómica y que, a la vez, me hizo especular más, eran los constantes llamados de control que hacía el novio sobre su chica al saber que estaba conmigo. Fue así como en una interrupción ella adujo bajar a ver a su perra que había escapado, decidí esperarla en su pieza, y al tardar tanto fui a matar el tiempo jugando con su hermano menor, cuando por la ventana los divisé juntos de la mano y esa imagen me dio un golpe seco, tal como el viernes de una semana atrás a esa noche: era el ocaso en una noche casi perfecta.
Ensimismado y sumido en mi padecimiento seguí jugando, esperando paciente a que ella subiera. Cuando se asomó a la puerta no quise mirarla, pero luego al hacerlo di cuenta de que ella sabía que yo había notado el por qué de ausencia. Venía agitada, y acaso con un dejo de tristeza en el rostro. ¿Acaso se sentiría como yo?
Al rato concluyó la noche. Quise amagar una despedida fría, denotando mi pesar y molestia por su ausencia, pero es ella, y la frialdad simplemente no me surge cuando está a mi lado. Un beso de despedida más bien tibio, una frase suplicante en su oído ("No sabes cuánto me haces sufrir", que al otro día modifiqué por "No sabes cuánto sufro por ti"), luego otro beso a la salida de su casa y su credencial de hockey con su foto de 10 años en mi mano, enseñándosela como trofeo de batalla. Con las manos vacías no me iba a marchar.

lunes, julio 17, 2006

Vueltas y más vueltas


Cristian nos decía: "Siento que hicimos más". Así se sentía él, y nosotros también el año pasado, cuando no sé cómo nos ganaron. Sólo que ahora él estaba en el otro bando, pese a compartir generación con nosotros el año pasado.
La noche comenzó con incertidumbre: miraba desesperado, esperanzado y acaso angustiado alrededor pero no hallaba su figura de baja estatura, ni su pelo largo, ni su bonito rostro: no había señales de ella. Me topé con la chica de mi ensayo anterior, la misma del trasero apoteósico. Lucía divina, como siempre. Bien destapadita, con su fina silueta pronunciada como nunca. La tomé de la cintura, un beso en la mejilla, de ahí una larga charla y no la volví a ver, hasta el gélido adiós al final de la noche. Al salir de ese encuentro luego fue otro con un fugaz amorío de hace un par de años. Otro tibio beso, ya que andaba con su "pololo": un flaite cualquiera, como los hay muchos. "Caíste bajo, (...)" pensé. *(Nota del autor: Para evitarme más tratos con tipos con los que no me interesa tratar, omitiré este nombre)
Dándome vueltas encontré a Luis con su "marca personal". "Sácatela" le dije un rato después, porque a mí en realidad me incomodaba que un flaco raquítico que hace 3 años era un pastel hazmerreír, ahora, por estar en la putita Escuela Naval anduviera mandoneando a Raimundo y todo mundo, y botándose a choro y/o flaite. Además que su amigo también era bastante pastel.
La llamé, y daba tono de ocupado. Le envié un mensaje, al que respondía con un ring. Ahí hasta que me resigné, y la dejé en paz por esa noche. Con la mente aún en otro lado comencé a dar vueltas, oteando a ver cómo se avisoraba el panorama. Reinaba el nerviosismo. En nosotros y ellos, disimulado. Y cuando llegó el momento del baile final, y dimos rienda suelta, entre leseo y en serio a los enardecidos cánticos de "¡Rojos culiaos, rojos culiaos!" o "Eso de ser campeones (...) y por eso te digo: ¡Rojo conchetumadre!" me sentí en la terapia ideal, saltando, gritando hasta más no poder, pegándole al flaco raquítico, empujando, gritando a las chicas que exhibían sus abultados abdómenes con algunos kilos de más (a excepción de nuestra reina), sudando para quedar lo mejor lo posible con su alianza.
En el intermedio ése salí a tomar el aire de aquella fría noche, a dar más vueltas; me tomé una Pepsi y comencé a acordarme y pensar sobre un par de promesas que podía cobrar a modo de revancha por mi mal comienzo de noche. Me topé con una de ellas, me dijo que la esperara, que iba "a tomar agua", y luego no la vi más. Me cansé, fui donde Mariela a pedirle un cigarro y partimos a fumarnos el último que restaba en la cajetilla naranja de Pall Mall. Charlamos un buen rato, sobre la vida, de su relación con el enfermo, sobre su inseguridad y sus planes. Entonces, la voz del animador amateur indicaba dentro del salón, a lo lejos, que llegaba la entrega de los puntajes finales y la coronación de la Reina. Era el momento final: la gloria o la humillación.
Con Mariela aferrada de mi mano nos abrimos paso a la posición de los de Cuarto y sus simpatizantes a esperar el desenlace.
Andrés, con su camisa sobria a rayas, le puso talento. Con una voz de locutor que sacó de no sé dónde, daba los resultados. Cuando llegó al momento del primer lugar, bajé la vista, nervioso. Entonces, al escuchar el bendito "Alianza Azul" que nos daba como ganadores, se generó un auténtico terremoto: saltos, empujones, gritos sin precedentes y luego la caravana, el trencito y el carnaval en el patio. Qué rico se sentía abrazarse, felicitarse, saltar, gritar y cantar hasta quedar sin aire, frente a los perdedores: estar en ese minúsculo y efímero Olimpo aunque fuese por diez minutos. En un ambiente ya más distendido, las anécdotas y conversaciones sobre la victoria se dispersaron, en tanto que la fiesta continuaba adentro, para aquellos ajenos a la alegría o decepción (como Jorge Ariel, un loser de tomo y lomo algunos años atrás en mi población, y que ahora, con un look emo andaba con una lindísima y p... chica de segundo) o simplemente para quienes a los que les resultaba indiferente.
Seguí dando vueltas, crucé una mirada y una sonrisa con la profesora de Filosofía, entre luces que iban y venían. Conversé con su amiga, que me contaba sobre sus penurias e infortunios de niña ilusionada con un tipo que sale con una chica en cada fiesta y con facha de gay. Me tomé ahora una Crush. Busqué la otra promesa que me quedaba, pero me di cuenta que ya era inconsumable. La noche se apagaba para mí: irónico, pues en ese mismo momento se encendían las luces del salón, indicando el fin del perreo y los besuqueos típicos de la ocasión.
Fue una noche de vueltas. Claro, deambulé por todos lados. Pero la de vueltas que dieron las emociones esa noche, ni les cuento.

martes, julio 11, 2006

(No) Siempre tienes tiempo

La conocí hace 4 años. Las reuniones del naciente Centro de Alumnos de básica nos congregaban cada viernes, así también como con otra chica con la que retomé lazos el año pasado, pero eso es otra historia. Tengo su imagen de su cuerpo de naciente mujer, en calzas y polera sosteniendo un ula-ula, deteniéndome en el pasillo cuando nos topábamos en el cambio de jornada para estamparme un beso en la mejilla. Cómo quisiera que eso aún fuera así.
Siempre he sentido hacia ella una cosa especial, un "qué se yo". No podría decir que me gusta: pese a que nos conocemos hace un buen tiempo; las conversaciones de verdad las podría contar con los dedos, y no serían mas de 6 ó 7. Piel tostada, un buen par de muslos y un trasero apoteósico, además de algunas pecas que aliñan su rostro: un cuerpo de ensueño. Según yo, es el prototipo ideal de cualquier hombre, opinión en el plano netamente físico; me guardo comentarios más finos en relación a su personalidad debido a lo que detallé algo más arriba.
"Siempre tengo tiempo para mis amigos" me dijo una vez la pantalla de mi móvil, con el remitente de su número. "Será pues" pensé. Tal vez esas seis palabras acentúan, en este momento, los ridículos celos que siento cada vez que la veo con otro tipo. He sido pañuelo de lágrimas, en ciertas ocasiones consejero, y el tiempo me ha dado la razón. Denigrada, angustiada, decepcionada de algún "amigo" o algún tipo mayor que con el tiempo se volvió drogadicto o delincuente, y que pese a que yo, y no sólo yo, le dijimos por dónde iba la mano, ella hacía caso omiso y luego quedaba convertida en una niñita desilusionada de un amor infantil. Cruzaba el patio, la detenía al ver sus ojos rojos e hinchados para preguntarle sobre la causa de su llanto, se limitaba a un "nada" y se marchaba a apaciguar su mar de lágrimas al baño. Un rato después aparecía riendo, como si nada, para unos días después preguntarle por qué lloraba, recibiendo ahora como respuesta un "da lo mismo". Y en esos momentos me cuestiono sobre la amistad y sobre la frase escrita a letras dispersas en un celular. "¿Amigo?" "¿Siempre tiempo?". Lo llego a dudar.
Una vez le pregunté, por curiosidad, si yo le había gustado en alguna ocasión. Según ella, fue cuando ella cursaba séptimo, misma época en que un compañero que la veía a menudo me informaba que le preguntaba por mí, así como el mismo tiempo en que la profesora de inglés me lanzaba indirectas sobre saludos que me llegaban de básica. En ese entonces mis sentidos al servicio de lo sentimental no despertaban plenamente, cosa que aconteció sólo el año pasado. De haberse presentado tal situación hace un año, aún sería mi novia.
Si ella llega a leer esto, le digo que lea ese correo que envié sólo a ella y que no ha visto aún por solo desinterés. Que se ría, y luego lo tome en serio. Pero al momento, contando una vez más con los dedos las conversaciones reales que hemos sostenido, sólo puedo remitirme a su cuerpo, aunque no lo quiera, y manifestar el deseo mío y que debe ser de muchos, de rozar sus labios tan sólo una vez. Ella es preciosa, aunque quiera negarlo por falsa modestia, tiene un cuerpo de Venus de Milo que hace caer a cualquiera, con mayor razón a mí, ustedes saben por qué.

sábado, julio 08, 2006

Intro

Hola gente:

Sé que un puñado de mi círculo más íntimo sabe de ciertos dotes míos en el campo de la redacción,
que tengo mi aire "humanista" (pese a cursar Cálculo y Termodinámica). Ésta será mi "Cierta vía de escape", donde quiero romper un poco la rutina, romper cierto estigma en relación a la
frivolidad de lo que es un Fotolog, para tener también un espacio en la red, que no involucre pedir posts, subir fotos adornadas con estrellas o poner títulos de canciones o frases en inglés.
Podrán ver mi faceta implícita, mi placer culpable, el que, quien sabe, puede ser la constante de mi vida o sólo enterarse de mi día.

Será un placer...