miércoles, agosto 23, 2006

A propósito de la Melomanía...

Esta vez no escribiré en extenso, sólo quiero decir: mira el video, oye, siente y alucina.
Les presento a mi banda favorita: Muse.
Trío británico conformado por Matt Bellamy (el de la voz monstruosa y la guitarra), Dominic Howard (en la batería) y Chris Wolstenholme (bajo y coros). Más info acá.
Y si les gusta, me ubican por acá.
Enjoy.

martes, agosto 15, 2006

Melomanía


Hoy se fue mi prima de Rancagua. Muchos han oído hablar de ella, ya que es muy linda,
finalista de Miss 17, Miss Rancagua, etcétera. Pero eso no va al caso. En la mañana con su voz angelical (y por qué no decirlo, algo frívola también) me pidió unos audífonos para oír un cedé de Reik ("¡Son súper buenos!" me decía ella: omití comentarios, obviamente), se los pasé y siguió el día. Son unos Panasonic, los compré hace algo más de un mes: rico bajo, cómodos, ajustables, baratos; en resumen, bien funcionales.
Al cabo de un rato, no aparecía, y se supone que ya llegaba la hora de que marchara a la histórica ciudad y yo, urgidísimo porque creí que perdería uno de mis tesoros, de mis necesidades diarias: mis audífonos Panasonic. Muy insignificantes pueden parecer, pero yo sin ellos no podría haber escuchado música de manera personal durante un largo tiempo. Para mí al menos no es exageración, es verdad, tengo unos 2 ó 3 pares más de audífonos, pero éstos son nuevos, tienen un sonido único y ya casi un cierto cariño les tengo: son compañeros de cada día en recreos, almuerzos, clases fomes, viajes en micro y ocasiones por el estilo.
A tal punto llega un melómano como yo, a estar casi desesperado por quedarse sin un simple y mortal par de audífonos, no tanto por el sentido de pertenencia, sino por quedarme sin ese "compañero" de cada día.
Sea mito o realidad, el reto de mi madre y las advertencias de muchos por usar los audífonos a alto volumen con la posterior disminución de la audición se contradicen con mi propia experiencia: aclaro que no sé si es debido al alto volumen o al tanto escuchar música, pero mi oído se ha agudizado con cada tema: noto de inmediato cuando falta algún arreglo, cuando es estéreo o monaural, cuando es una versión en vivo o no, cuando es un cóver o la original; es decir, para mí son más virtudes que defectos las que me ha traído el usar tal aparatito.
Me han tildado de antisocial y están en lo cierto, es que uno se cierra...

(perdón, en este intertanto me paré a saltar y gritar a todo pulmón Chop Suey! de System of A Down: están pasando el especial "Los 100 Videos Más MTV", chéquenlo, Lunes a Viernes a las 8 en MTV, está buenísimo)

... como decía, uno se cierra en una propia atmósfera, un propio mundo único, inigualable e irrepetible, en el que cada canción suscita en cada persona un sentimiento diferente ("cuando nadie me ve... puedo ser o no ser..." - Alejandro Sanz, Cuando Nadie Me Ve pasando por el programa, una nueva interrupción, excusen) que es incomprendido (ahora Buddy Holly de Weezer, vaya temazo. No interrumpo más)...

...No change, I can change, I can change, I can change but I'm here in my mould, I am here in my mould... (The Verve, Bitter Sweet Symphony)

(Ya terminó el programa, ahora puedo seguir sin miedo a nuevas piezas que interrumpan mi ensayo)

Prosigo:

El mundo, la atmósfera que se crea, en la que se encierra cada persona por una canción es, a la vez, incomprendida por el resto debido a su misma condición de unicidad; o sea, es compatible y corresponde sólo a uno, es inexplicable, suscita recuerdos, emociones, sentimientos, experiencias: una serie de imágenes de repente se vienen a la cabeza constituyendo, de algún modo, un propio video clip para la canción.
Los inicios de mi melomanía se remontan a 2002 de manera más personal, pues desde pequeño llevo la influencia de mi padre, principalmente: Soda Stereo, Inti-Illimani, Rolando Alarcón, Quilapayún, KC and the Sunshine Band, The Police, Queen... así de variado y así de magistral. Como decía, en 2002 la incipiente FM Hit, en los tiempos del Huevo Fuenzalida, Carola Bezamat y el Circo Hit, alimentaban mis primeras cintas personalizadas, al ritmo de lo que iba de moda y que se adecuara a mi oído: SOAD, Papa Roach, Javiera Parra, P.O.D., etc. Lo cierto es que el camino hacia mi presente musical inició con mi ingreso a la Internet. Kazaa, mi primer programa P2P me daba la opción de acceder gratuitamente a la música que quisiera, aunque algo restringido porque me conectaba por teléfono. Bueno, luego con banda ancha ya ostento mi musiteca de algo así como 700 temas, más algunos álbumes grabados y también mis propios cedés adquiridos juntando peso a peso: Placebo (atracción inexplicable), Difuntos Correa (un regalo de mi hermano, gran banda), Coldplay (X&Y, lo adquirí a 3 días del lanzamiento), entre otros. Además he hecho varios discos debido a no poder contar con los originales, y no por falta de dinero, sino que por no tener de dónde conseguirlos.
Y no me tilden de antisocial, ¿eh?, porque la misma música me ha hecho entablar un par de amistades que van más allá de lo netamente musical: Luis Aravena, un amigo tremendo, un sabio, un vividor, una fuente de desahogo, gran oyente (lector); y Paula Olguín, una tímida quilpueína de ojos de mar poseída por la nostalgia de los 70s, amante de The Strokes y de Coldplay por sobre todo; fan de Warhol, Velvet Underground y el pop-art, y que ha influenciado también mis propios gustos, aunque saben ustedes, que, ante todo, soy un brit.

viernes, agosto 04, 2006

Entre Sábato y Cerati

El lunes terminaba de leer, con cierta facilidad, "El Túnel" del argentino Ernesto Sábato. Realmente no sabía si la prueba sería el martes, pero incluso si no, decidí terminar ese día, llegar hastar el "meollo del asunto" porque el libro me atrapó. Lo terminé, y me encantó, pero no lo entendí. ¿De dónde deducía el protagonista el engaño de su amada? ¿Por qué exigía fidelidad si no tenía un compromiso serio? Hasta ese punto me parecía, a primera vista, que el tipo era un psicópata, un loco para llegar a matarla por ese supuesto engaño.
Entramos a clases el martes, comenzando con un trabajo desastroso que improvisamos en el camino: para mí no estuvo tan mal, lástima que yo no sea el profesor. El resto del día transcurrió como si fuera cualquiera: mismo ambiente, misma apatía, no mucho que contar. Igual en lo general, en lo particular para mí, no. Era una semana y unos días desde esa noche de "Ocaso" y esperaba cierta reacción a lo hablado esa noche, al mensaje que le había dejado; todo esto con cierta tranquilidad, pues no creía haber hecho mal las cosas esa vez para una mala respuesta. A la salida de ese día un mezquino "tengo que hablar contigo" me comenzaba a inquietar. Daba la impresión de que algo sucedía, porque esa cara, ese desplante frío había surgido en ella, y era un indicio malísimo: ella misma me dijo que no podría actuar nunca así, pero lo logró, y por eso más adelante se llevó su merecida congratulación.

Me había dado con Cerati. En poco tiempo más vuelve a Chile y en las radios circula su más reciente single "La Excepción", un buen tema, harta guitarra afilada, con una lírica sobre un amor algo clandestino. En tanto, en radios y canales de TV su video "Crimen" me hacía sumergirme en esos dorados años 50 de galantería, mujeres fumando con boquilla y detectives privados a la usanza de las series y películas gringas, un ambiente medio Frank Sinatra... qué genial debe haber sido vivir esa época. Pero más allá de lo estrictamente visual, "Crimen" es un temazo, una especie de fruto prohibido, el que si tocas pagas. Qué ironía, como si hablara de mi historia.

Llegó el miércoles. A la hora de colación se supone ella confirmaría todos mis temores o abriría un camino hacia su persona, aunque esta segunda opción era una quimera, realmente. Un trabajo de ella postergó la espera hasta la salida, y era lo que me temía, pero no en tal grado. Nunca pensé que pudiera actuar (sí, literalmente actuar, porque la chica que me cerró completamente la puerta ese día no es con la que yo he tratado por 7 meses casi) de tal manera, con tal altanería, crueldad o frialdad. Y unos momentos más tarde, cuando caminaba hacia la salida, pensé "qué genio este Sábato": al fin había comprendido el libro. Yo era Juan Pablo Castel, y el tipo no era un loco. Tal vez era una obsesionado (como ella lo dijo fríamente), o tenía una "excesiva convicción", como yo lo creo. Al fin pude comprender por qué Castel le gritó "¡Puta, puta, puta!" (lo mismo yo, aunque no lo haría porque ante esa ternura sucumbiría en el intento), o por qué quería matarla (lo mismo yo, guardando las proporciones: matarla, aniquilarla, borrarla de mi mente), o por qué se sentía engañado: era así como me sentía yo. Nunca me cerró la puerta definitivamente y cuando se decidió a hacerlo, lo hizo justo como ella me aseguró que no podría hacerlo. Mi historia se resumía en la frase más sublime de la obra, la que le daba el título:

"...en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío..."

Y también el otro argento, el otro capo, Cerati, aparecía en la historia con su "Crimen"

"¿Qué otra cosa puedo hacer?,
sin olvido moriré..."

(...)

Gracias niñita. Me destrozaste y todo, pero al menos ahora tengo un libro y una canción que guardan mi historia.
Sábato y Cerati: qué par de capos...