domingo, octubre 14, 2007

Aluvión de noche sabatina

Cada vez que estoy en sequía de escritos abro el Word para intentar conseguir algo medianamente interesante, pero siempre me queda la impresión luego de unas tres líneas de que no creo que a mucha gente le interese leer los problemas existenciales de un pendejo, o joven u hombre de 18 años. Un tipo que no sabe aún con certeza para dónde le va la micro, que estudia poco y nada, que gusta de una chica y no osa a jugársela, que dice tener amistades que ve poco y nada, que almuerza solo en el patio los viernes, que llega atrasado a todas las clases o que se tira los pelos al ver un problema de Intro.

Llevo contadas siete líneas (en Word) y me he decidido a seguir con esto, para ver qué sale. Me acuerdo que la última vez que escribí salió lo que, a mi juicio (y el de varios) ha sido el mejor ensayo que he puesto acá: el de Débora y mi contemplarla durante media hora. Esa vez fue de improviso, fue inspiración real, fue una cosa de querer llegar pronto a casa, agarrar el notebook y teclear. Esos son los elementos que se necesitan para lograr un escrito rico: inspiración, ganas de escribir. Pero últimamente este rinconcito especial mío en la web, además de verse sobrepasado por la simpleza del Fotolog (que, pese a lo banal que parezca me permite mostrar otra faceta mía), no ha tenido alimento pues no ha habido ninguno de los elementos anteriores. Inspiración ninguna. Las cosas que han sucedido no son para querer tener unas ganas locas de escribir y expresarlas al mundo, y al fin y al cabo son las mismas de siempre, y como alguien me dijo una vez por ahí, se pueden encontrar acá, o en cualquier blog de una persona de mi edad, o incluso menor. Sobre las ganas de escribir, no me han faltado a decir verdad, pero como comentaba en el primer párrafo, la cosa va por una inseguridad enfermiza de origen desconocido de no saber para qué (o quién) escribo.

Supongo que me falta atención, ya que también se ha tornado una cosa patológica el revisar unas 10 veces al día el Fotolog cuando subo alguna nueva fotografía en busca de nuevos posts; similar cosa con esto, cuando escribo algo nuevo. No sé si me llena el saber que me leen o miran mis fotos, o el que me conozcan, o el que me dejen mensajes, realmente no lo sé. Siempre he aparentado y he intentado reflejar a ratos una imagen de autosuficiencia, pero creo que muchas veces también me pasa la cuenta, y es así cuando hay bajones bastante profundos, de pensar lo justo y necesario, acostarse y cerrar los ojos y esperar a que pase. Y pasa, por suerte, si no no sé qué sería de mí.

Me inquieta pensar en la gente a mi alrededor, el que me importe tanto la que no me debería importar. De cómo habla tal tipo, cómo se viste, con quién se junta, etcétera. Me inquieta no confiar en exceso como el resto, el no socializar como algunos otros lo hacen. También me apena mirar a mi lado y ver lejos a gente que creía que estaría más cerca. Me confunde que mi vida a veces esté ligada de sobremanera a un ordenador, a un grupo de nicknames que sueltan frases. Interesantes frases, pero virtuales. Podrían ser reales pero también me pasa la cuenta mi ser antisocial.

A estas alturas del escrito puedo parecer el tipo más depresivo del mundo, pero no me convenceré de ello. Aún espero el providencial evento que me sacará del letargo. Sigo expectante. Quizás demasiado estático, pero seguiré esperando.

Fotografía: "Noche". Torre Coraceros, Viña del Mar. 7 de Febrero de 2007, por Diego Cordero.