martes, julio 25, 2006

Ocaso


La noche del sabádo fue de improviso. De hecho, yo planeaba un encuentro con ella, pero nunca imaginé que sería tan pronto, tan inesperado y en aquél lugar. En un par de horas la situación cambió en 180º: el día viernes me armé de valor, como no lo había hecho en toda la semana, tomé el teléfono y la llamé a la casa. Contesta la nana.

-"Buenas tardes, ¿se encuentra (...)?" saludo amablemente.
- "No, no está."
- "Mmm... ya, gracias."
y colgué.

Enrabiadísimo. Era mucha la mala suerte de que justo cuando me envalentono, no esté. Me fui al PC un rato más y luego me decido y la llamo al móvil... y no contestó. Y ahí ya me resignaba a no verla hasta volver al colegio, o esperar a pillarla en MSN, a ver si conseguía esa conversación que me había sido tan esquiva.
El teléfono sonó otra vez. Fui a contestar y una voz de secretaria pregunta por mi madre. Luego me explica que era la madre de la chica, y que necesitaba hablar con la mía para coordinar un asunto al día siguiente. Al llegar mi madre a casa, en plena once, le doy el recado, y comenta sobre un asado en la casa de de la señora, que congrega a ciertos apoderados del Liceo.

Así que iría a su casa... un panorama inimaginable hace incluso algunos días. Pero la vería, y eso era lo primordial.
Con una sonrisa de oreja a oreja, aunque también con cierta incertidumbre me fui a dormir, contando las horas para partir a su morada, verla al fin y conseguir respuestas a tantas inquietudes que se me cruzaban por la cabeza.
Llegó el día, tarde-noche y partimos algo tarde, con unas ensaladas a cuestas. Unas vueltas por pasajes recónditos intentando ubicar la casa hasta que dimos con el indicado y ya veía a quien me daba la bienvenida, aunque creo que él no me vio: su novio, el tipo que miraba de reojo como si no le interesara que su chica pase más tiempo conmigo que con él, pero que parece haberse dado cuenta de que su relación peligraba si yo continuaba de esa manera.
El grupo ya constituido nos dio la bienvenida. Besos y apretones de manos a los concurrentes, según correspondiera, e ingresamos a la casa a saludar a los anfitriones. Ahí estaba ella, hermosa como siempre y como nunca a la vez, con un simple sweater gris algo escotado, un jeans y unos zapatos rojos de señorita. Su pelo suelto, que en parte le cubría la frente, tal como a mí más me gusta: da la imagen de una mujer, despojándose de sus 15 años.
Un beso en la mejilla, a 1 cm. de la comisura de sus labios, algo flojo el comienzo de la noche, pero luego, desprendidos del nerviosismo nos acercamos como debía: se sentó en un sillón y junto a ella, uno vacío. "Ven a sentarte, que no muerdo" me invitaba. "Lo tengo más que claro" repliqué.
Charlamos un rato sobre lo más cotidiano y luego su hermano me pidió que subiera a ayudarle con un juego. Ella me acompañó, ayudé a su hermano y luego la chica me enseñó su habitación. Delicado verde limón, un closet, buen equipo de sonido, entre otras cosas: lo justo y necesario. Nos sentamos en su cama y de a poco interiorizábamos, pero aún sin ir donde a mí me interesaba. Al corto tiempo llegó su madre, mujer severa según la niña cuenta, pero que a mí me pareció muy encantadora. Nos ofreció de comer, y bajamos a buscar los platos servidos para luego subir a su pieza nuevamente. Conversamos amenamente, muy distendidos, mientras comíamos. Me enseñó su móvil, y comencé a jugar con él. Agregué una letra a la frase que tenía puesta en la pantalla principal de modo que se podía leer como la situación me gustaría a mí en vez de como es realmente. Le tomé foto, la puse de papel tapiz: era un adorno sublime.
Decidí ir al grano. Se complicó y luego soltó en resumen la respuesta que yo requería: algo así como que no quiere que yo sufra y que no quiere volver a confundirse; al fin y al cabo, lo mismo que había sucedido hace un par de meses. Y digo "volver a confundirse", porque, como ella confesó, estuvo a punto de sucumbir a mi acoso, para luego salir del paso y afianzarse en lo suyo. Si ya ocurrió una vez, estoy casi seguro de que puedo hacerlo de nuevo, tal como se lo indiqué más tarde en el mismo mensaje que detallo a continuación.
La conversación se desvió y recibí una gran noticia: había aceptado, al fin, ir conmigo a mi fiesta de graduación. Una de las noches más importantes de mi vida sería junto a ella, tal como lo quería y se lo expresé en ese mensaje que dejé en su celular, que ojalá no haya borrado, porque es legado de lo mío hacia ella.
Muchas interrupciones hubo esa noche: cuando su hermano me llamaba a jugar PlayStation con él, pero la más cómica y que, a la vez, me hizo especular más, eran los constantes llamados de control que hacía el novio sobre su chica al saber que estaba conmigo. Fue así como en una interrupción ella adujo bajar a ver a su perra que había escapado, decidí esperarla en su pieza, y al tardar tanto fui a matar el tiempo jugando con su hermano menor, cuando por la ventana los divisé juntos de la mano y esa imagen me dio un golpe seco, tal como el viernes de una semana atrás a esa noche: era el ocaso en una noche casi perfecta.
Ensimismado y sumido en mi padecimiento seguí jugando, esperando paciente a que ella subiera. Cuando se asomó a la puerta no quise mirarla, pero luego al hacerlo di cuenta de que ella sabía que yo había notado el por qué de ausencia. Venía agitada, y acaso con un dejo de tristeza en el rostro. ¿Acaso se sentiría como yo?
Al rato concluyó la noche. Quise amagar una despedida fría, denotando mi pesar y molestia por su ausencia, pero es ella, y la frialdad simplemente no me surge cuando está a mi lado. Un beso de despedida más bien tibio, una frase suplicante en su oído ("No sabes cuánto me haces sufrir", que al otro día modifiqué por "No sabes cuánto sufro por ti"), luego otro beso a la salida de su casa y su credencial de hockey con su foto de 10 años en mi mano, enseñándosela como trofeo de batalla. Con las manos vacías no me iba a marchar.

lunes, julio 17, 2006

Vueltas y más vueltas


Cristian nos decía: "Siento que hicimos más". Así se sentía él, y nosotros también el año pasado, cuando no sé cómo nos ganaron. Sólo que ahora él estaba en el otro bando, pese a compartir generación con nosotros el año pasado.
La noche comenzó con incertidumbre: miraba desesperado, esperanzado y acaso angustiado alrededor pero no hallaba su figura de baja estatura, ni su pelo largo, ni su bonito rostro: no había señales de ella. Me topé con la chica de mi ensayo anterior, la misma del trasero apoteósico. Lucía divina, como siempre. Bien destapadita, con su fina silueta pronunciada como nunca. La tomé de la cintura, un beso en la mejilla, de ahí una larga charla y no la volví a ver, hasta el gélido adiós al final de la noche. Al salir de ese encuentro luego fue otro con un fugaz amorío de hace un par de años. Otro tibio beso, ya que andaba con su "pololo": un flaite cualquiera, como los hay muchos. "Caíste bajo, (...)" pensé. *(Nota del autor: Para evitarme más tratos con tipos con los que no me interesa tratar, omitiré este nombre)
Dándome vueltas encontré a Luis con su "marca personal". "Sácatela" le dije un rato después, porque a mí en realidad me incomodaba que un flaco raquítico que hace 3 años era un pastel hazmerreír, ahora, por estar en la putita Escuela Naval anduviera mandoneando a Raimundo y todo mundo, y botándose a choro y/o flaite. Además que su amigo también era bastante pastel.
La llamé, y daba tono de ocupado. Le envié un mensaje, al que respondía con un ring. Ahí hasta que me resigné, y la dejé en paz por esa noche. Con la mente aún en otro lado comencé a dar vueltas, oteando a ver cómo se avisoraba el panorama. Reinaba el nerviosismo. En nosotros y ellos, disimulado. Y cuando llegó el momento del baile final, y dimos rienda suelta, entre leseo y en serio a los enardecidos cánticos de "¡Rojos culiaos, rojos culiaos!" o "Eso de ser campeones (...) y por eso te digo: ¡Rojo conchetumadre!" me sentí en la terapia ideal, saltando, gritando hasta más no poder, pegándole al flaco raquítico, empujando, gritando a las chicas que exhibían sus abultados abdómenes con algunos kilos de más (a excepción de nuestra reina), sudando para quedar lo mejor lo posible con su alianza.
En el intermedio ése salí a tomar el aire de aquella fría noche, a dar más vueltas; me tomé una Pepsi y comencé a acordarme y pensar sobre un par de promesas que podía cobrar a modo de revancha por mi mal comienzo de noche. Me topé con una de ellas, me dijo que la esperara, que iba "a tomar agua", y luego no la vi más. Me cansé, fui donde Mariela a pedirle un cigarro y partimos a fumarnos el último que restaba en la cajetilla naranja de Pall Mall. Charlamos un buen rato, sobre la vida, de su relación con el enfermo, sobre su inseguridad y sus planes. Entonces, la voz del animador amateur indicaba dentro del salón, a lo lejos, que llegaba la entrega de los puntajes finales y la coronación de la Reina. Era el momento final: la gloria o la humillación.
Con Mariela aferrada de mi mano nos abrimos paso a la posición de los de Cuarto y sus simpatizantes a esperar el desenlace.
Andrés, con su camisa sobria a rayas, le puso talento. Con una voz de locutor que sacó de no sé dónde, daba los resultados. Cuando llegó al momento del primer lugar, bajé la vista, nervioso. Entonces, al escuchar el bendito "Alianza Azul" que nos daba como ganadores, se generó un auténtico terremoto: saltos, empujones, gritos sin precedentes y luego la caravana, el trencito y el carnaval en el patio. Qué rico se sentía abrazarse, felicitarse, saltar, gritar y cantar hasta quedar sin aire, frente a los perdedores: estar en ese minúsculo y efímero Olimpo aunque fuese por diez minutos. En un ambiente ya más distendido, las anécdotas y conversaciones sobre la victoria se dispersaron, en tanto que la fiesta continuaba adentro, para aquellos ajenos a la alegría o decepción (como Jorge Ariel, un loser de tomo y lomo algunos años atrás en mi población, y que ahora, con un look emo andaba con una lindísima y p... chica de segundo) o simplemente para quienes a los que les resultaba indiferente.
Seguí dando vueltas, crucé una mirada y una sonrisa con la profesora de Filosofía, entre luces que iban y venían. Conversé con su amiga, que me contaba sobre sus penurias e infortunios de niña ilusionada con un tipo que sale con una chica en cada fiesta y con facha de gay. Me tomé ahora una Crush. Busqué la otra promesa que me quedaba, pero me di cuenta que ya era inconsumable. La noche se apagaba para mí: irónico, pues en ese mismo momento se encendían las luces del salón, indicando el fin del perreo y los besuqueos típicos de la ocasión.
Fue una noche de vueltas. Claro, deambulé por todos lados. Pero la de vueltas que dieron las emociones esa noche, ni les cuento.

martes, julio 11, 2006

(No) Siempre tienes tiempo

La conocí hace 4 años. Las reuniones del naciente Centro de Alumnos de básica nos congregaban cada viernes, así también como con otra chica con la que retomé lazos el año pasado, pero eso es otra historia. Tengo su imagen de su cuerpo de naciente mujer, en calzas y polera sosteniendo un ula-ula, deteniéndome en el pasillo cuando nos topábamos en el cambio de jornada para estamparme un beso en la mejilla. Cómo quisiera que eso aún fuera así.
Siempre he sentido hacia ella una cosa especial, un "qué se yo". No podría decir que me gusta: pese a que nos conocemos hace un buen tiempo; las conversaciones de verdad las podría contar con los dedos, y no serían mas de 6 ó 7. Piel tostada, un buen par de muslos y un trasero apoteósico, además de algunas pecas que aliñan su rostro: un cuerpo de ensueño. Según yo, es el prototipo ideal de cualquier hombre, opinión en el plano netamente físico; me guardo comentarios más finos en relación a su personalidad debido a lo que detallé algo más arriba.
"Siempre tengo tiempo para mis amigos" me dijo una vez la pantalla de mi móvil, con el remitente de su número. "Será pues" pensé. Tal vez esas seis palabras acentúan, en este momento, los ridículos celos que siento cada vez que la veo con otro tipo. He sido pañuelo de lágrimas, en ciertas ocasiones consejero, y el tiempo me ha dado la razón. Denigrada, angustiada, decepcionada de algún "amigo" o algún tipo mayor que con el tiempo se volvió drogadicto o delincuente, y que pese a que yo, y no sólo yo, le dijimos por dónde iba la mano, ella hacía caso omiso y luego quedaba convertida en una niñita desilusionada de un amor infantil. Cruzaba el patio, la detenía al ver sus ojos rojos e hinchados para preguntarle sobre la causa de su llanto, se limitaba a un "nada" y se marchaba a apaciguar su mar de lágrimas al baño. Un rato después aparecía riendo, como si nada, para unos días después preguntarle por qué lloraba, recibiendo ahora como respuesta un "da lo mismo". Y en esos momentos me cuestiono sobre la amistad y sobre la frase escrita a letras dispersas en un celular. "¿Amigo?" "¿Siempre tiempo?". Lo llego a dudar.
Una vez le pregunté, por curiosidad, si yo le había gustado en alguna ocasión. Según ella, fue cuando ella cursaba séptimo, misma época en que un compañero que la veía a menudo me informaba que le preguntaba por mí, así como el mismo tiempo en que la profesora de inglés me lanzaba indirectas sobre saludos que me llegaban de básica. En ese entonces mis sentidos al servicio de lo sentimental no despertaban plenamente, cosa que aconteció sólo el año pasado. De haberse presentado tal situación hace un año, aún sería mi novia.
Si ella llega a leer esto, le digo que lea ese correo que envié sólo a ella y que no ha visto aún por solo desinterés. Que se ría, y luego lo tome en serio. Pero al momento, contando una vez más con los dedos las conversaciones reales que hemos sostenido, sólo puedo remitirme a su cuerpo, aunque no lo quiera, y manifestar el deseo mío y que debe ser de muchos, de rozar sus labios tan sólo una vez. Ella es preciosa, aunque quiera negarlo por falsa modestia, tiene un cuerpo de Venus de Milo que hace caer a cualquiera, con mayor razón a mí, ustedes saben por qué.

sábado, julio 08, 2006

Intro

Hola gente:

Sé que un puñado de mi círculo más íntimo sabe de ciertos dotes míos en el campo de la redacción,
que tengo mi aire "humanista" (pese a cursar Cálculo y Termodinámica). Ésta será mi "Cierta vía de escape", donde quiero romper un poco la rutina, romper cierto estigma en relación a la
frivolidad de lo que es un Fotolog, para tener también un espacio en la red, que no involucre pedir posts, subir fotos adornadas con estrellas o poner títulos de canciones o frases en inglés.
Podrán ver mi faceta implícita, mi placer culpable, el que, quien sabe, puede ser la constante de mi vida o sólo enterarse de mi día.

Será un placer...